Era una tarde de lluvia y pensé
que podría pasar horas viendo la lluvia caer,
bebiendo café o quizá una taza de té;
sola yo con mis pensamientos
que se deleitan por el sonido del caer de las gotas,
que también las disfrutan mis dedos
mientras los extiendo y bailan con el viento,
al mismo tiempo que el olor a tierra mojada
se cuela por mis adentros.
Escuché cerrar la puerta,
y un par de llaves postrarse sobre la mesa,
mientras tus pasos y la cola de Canella
me confirmaban tu tan anhelada llegada.
Jugando a la distraída
me sorprendiste con un beso en la mejilla,
y me acompañaste en aquella tarde al parecer gris,
pero llena de armonía.
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